30/8/15

16 / Rafael Cuevas

El mar antiguo y siempre comenzado,
en vez del oro de los galeones,
las Samotracias y los mascarones,
hoy soporta a mi cuerpo enajenado.

El mar ilustre se ha encolerizado
y su piano fantástico da sones
índigos, verdes, malvas y azarcones
que suscitan pavor innominado.

La médula, la fibra y las raíces
de nuestro ser distienden su cordaje,
mientras ruedan alcurnias y cervices

al sucederse las acometidas
que nos hacen virar hacia el paisaje

donde quedaron flores, sueños, vidas…

Rafael Cuevas

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